La caza del oso en Asturies
"Por la mañana, muy temprano, una bandada de montañeses, cubiertos de pies a cabeza de pieles de carnero con la lana hacia afuera, armados de palos y de largos cuchillos de caza, se internan en los bosques. Estas bandas están compuestas de unos veinte hombres, diez de los cuales van provistos de un cuchillo y de un silbato de cobre; los otros diez de un largo palo. Los que llevan el cuchillo son los "cuchilleros". Los otros son los "buscarruidos" o "pendencieros". Esta banda se divide en grupos. Cada grupo se compone de un cuchillero y de un pendenciero. El cuchillero lleva un silbato suspendido al cuello por una cadena de hierro.
En cuanto el oso aparece, el cuchillero y el pendenciero avanzan hacia él con aire indiferente. El oso se aproxima, y en vez de dejarle pasar tranquilamente y de separarse a un lado para no irritarle, el pendenciero le impide el paso y alza el palo sobre el oso, pero sin pegarle. A esta amenaza el oso se levanta y se echa sobre el adversario, precisamente lo que desean los cazadores. El pendenciero, amenazado por el oso, tira el palo, se coge al oso, le estrecha y le aprieta con sus brazos. Es preciso que con un movimiento rápido y que debe hacerse con gran precisión, el pendenciero ponga su cabeza al abrigo de la boca del animal, lo que hace apoyándola vivamente sobre el cuello del oso.
Empieza el combate: el oso trata de desgarrar a su adversario, pero todo lo que consigue es arrancar algunos vellones de la piel del carnero que cubre al hombre, y aun esto lo consigue pocas veces, porque este combate es de poca duración. Enseguida que el oso está en los brazos del pendenciero, el cuchillero viene por detrás y le hiere mortalmente, hundiendo hasta el puño un cuchillo de 50 cms. de largo. El arma, metida entre la clavícula y el omóplato, debe, por el movimiento que el cazador le imprime, de derecha a izquierda, llegar al corazón del animal. Raramente sucede que el cuchillero tenga necesidad de herirle más de una vez para salvar al pendenciero; pero cuando esto sucede, la situación de este último se vuelve muy crítica; el oso, una vez herido, se vuelve muy furioso, y aún cuando caiga bajo el golpe, una convulsión, un movimiento de sus patas de atrás, pueden hacer pedazos al cazador. este caso ha sido previsto: el pendenciero no suelta el oso hasta que haya oído el silbido de su compañero, el cual le anuncia que el oso no tiene ya movimiento. Hasta entonces el pendenciero está estrechamente unido contra el pecho del animal, y en cuanto el oso ha caído, las dos piernas del adversario apretándole los ijares, el cazador queda sentado sobre los muslos del oso a fin de percibier sus menores movimientos. Hasta que no ha oido el silbato del compañero, el pendenciero tiene que seguir abrazado al oso
De la España Pintoresca. B.I.D.E.A. nº 21 pag, 50
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